El secreto simple para lograr tus objetivos.

Imagina que tu vida es un viaje en auto, y tú estás al volante.

Las personas por lo general olvidamos el poder de los hábitos y las conductas más sencillas. Solemos llenar nuestra agenda de interminables metas, y entonces recurrimos a extraños métodos para conseguirlas: bajamos aplicaciones a nuestro celular, vemos interminables horas de videos en YouTube, consultamos las experiencias de “gurús”, etc.; para darnos cuenta poco después de que perdimos el rumbo.

Es normal. En este mundo actual sabernos ocupados es casi una obligación. Nos quejamos, sí, pero secretamente disfrutamos estar siempre activos, y nos trazamos continuamente desafíos que sumamos uno tras otro como una lista de supermercado.

¿No te ha pasado que alguien o algo te recuerda de un objetivo que te trazaste (incluso más de una vez) y que simplemente olvidaste seguir o siquiera empezar? Un idioma nuevo, bajar de peso, comer mejor, etc.  Y muchas veces lo retomamos, para volver a olvidarlo al poco tiempo.

En mis años en la industria automotriz acumulé miles de experiencias maravillosas, una de esas muy particulares eran las escuelas de manejo. No me refiero a “escuela Tito, obtenga su licencia”, sino las que apuestan al componente adrenalina. Las hay de todo tipo: manejo urbano, deportivo, en pista, off road, incluso defensivas, y el realizarlas en distintas partes del mundo agrega el condimento cultural.

A lo largo de los años, los autos con los que participaba fueron sufriendo adecuaciones tecnológicas: las cajas manuales fueron desaparecieron, los frenos de mano (aquellos famosos con palanca y cable) dieron paso a versiones más modernas, el motor gasolina cediendo su lugar al eléctrico… Pero aun así muchos de los principios que se enseñan son inamovibles, lecciones que no cambian con el tiempo.

Una de las máximas que se repiten y es una constante vital: “siempre mira hacia dónde quieres ir”.

Cuando tu mirada apunta a tu punto de destino (sea en una prueba de frenado, agua o nieve), todas las acciones que realices como conductor, aun las más mínimas, conscientes, y aquí lo más importante, e inconscientes se alinean en un propósito.

Seguro que te ha pasado

Manejaba mi auto de regreso de la playa. Un muy buen fin de semana en el que la piel irritada me recordaba lo importante de no escatimar el protector solar. Nos sorprendió una fuerte lluvia,  se podían oír las gruesas gotas golpeando el parabrisas. El limpiaparabrisas luchaba enérgicamente por dispersar el agua que llegaba de a litros.

Transitaba una zona de curvas cerradas cuando de pronto el auto enfrente mío me arroja una gigante ola que veo venir cual Poseidón. Pierdo completa visibilidad.

Estaba atento, pendiente de los autos y del camino, y por obvios motivos a una velocidad prudencial, pero aun así por esa -aparente eterna- fracción de tiempo (¿un segundo?, ¿menos?) no sabía donde ir, no tenía referencia y estaba a la deriva. Apenas un segundo. Luego el agua se dispersa y puedo retomar el aliento. Un ejemplo extremo del riesgo de perder contacto visual con nuestro camino.

 “Siempre lleva tu mirada hacia dónde quieres ir”.  No importa el objetivo que te traces, desde establecer una rutina en la mañana, hasta aprender un idioma o hacer ejercicios. Puesto de otra manera: tener en vista el objetivo evita salir de la ruta que te trazaste.

 El poder de verlo

Verás que eso de “visualizar a donde quieres ir” no se circunscribe únicamente a consejos que obtienes en escuelas de manejo, de hecho, es una analogía y consejo ampliamente diseminado que puedes encontrar en todas partes.

Al igual que muchos especialistas, la escritora y terapista Marissa Peer por ejemplo recomienda contar con un tablero y una foto, como una especie de brújula que te ayude a enfocarte, a no perderlo de vista, y eventualmente alcanzarlo. La foto puede ser cualquier cosa que busques: algo que ejemplifique la mejor versión de ti, una persona que admires, del auto de tus sueños, la imaginación es el límite.

Sí, parece una tontería, pero tiene todo el sentido del mundo. Una vez lo incorporas como hábito es una herramienta muy útil.

¡Cuidado! No estoy diciendo que donde quieras ir sea el lugar correcto donde “debes” ir (eso es material para otras charlas) pero si quieres ir a ESE lugar debes visualizarlo antes (no solo pensarlo). De otra manera es siempre más fácil caer en la primera tentación. Por ejemplo, si te propones bajar un par de kilos, no es un proceso que inicie o termine en el mismo gimnasio (salvo que tu meta sea expresamente “ejercitar” lo que es perfectamente válido), sino que viene acompañado de un nuevo entorno mental (una dieta nutritiva tal vez) acorde. Créeme, si no tienes clara esa visualización, no dudarás un segundo en saborear la primera y deliciosa pizza con cerveza que te ofrezcan, o dejarte tentar por un combo agrandado, y con el tiempo te desanimarás cuando veas que esos kilos siguen allí.

¿No puedes contar con un tablero, o una foto, o donde ponerla? No hay problema, trata de lograr una visualización fuerte (cuanto menos vaga mejor), que te acompañe.

„Suerte es lo que sucede cuando la preparación y la oportunidad se encuentran y fusionan.“

Esta expresión la escuché no hace mucho. Su origen -como sucede en estos casos- es lejano y se confunde, algunos osados lo remontan a Séneca.

 Por preparación, al menos en el contexto de estas líneas, se entiende en el marco de las acciones que generamos. Muchas veces una meta suele ser un escalón de algo más grande. De niño aprendí que “las metas, una vez alcanzadas, se convierten en etapas”.

Agarra el volante, no importa lo que hagas, aceleres, cambies el rumbo, o incluso gires en U: siempre mira donde quieres ir. Verás que el universo se confabulará para que llegues.

Tocaré nuevamente este tema, sumando un componente sumamente importante que hace que este engranaje se mueva: el “por qué”.

¡Gracias por leer!